8- Cómo comenzar una perfusión
Cómo comenzar con una perfusión sintomática
- Pacientes en tratamiento con opioides: los opioides se pasarán todos a morfina (o a oxicodona) para el control de la analgesia o disnea. Se añadirán los demás fármacos en función del resto de sintomatología (neurolépticos, benzodiacepinas, antisecretores, etc).
- Si no han recibido previamente opioides o midazolam: utilizamos las dosis de tanteo antes descritas.
- Ajuste de la sueroterapia: lo más normal es dejar solamente la perfusión sintomática.
- Casos hiperagudos: como son entre otros las hemorragias incoercibles y disnea con hambre de aire y sensación de muerte (ambas con un buen nivel de conciencia y con diagnóstico ineludible de terminalidad). Tras informar a la familia de la muerte inminente del paciente y preferir ésta que sea de forma inconsciente, nos plantearíamos:
- En hemorragia imparable, yo abogo por administrar midazolam IV directo hasta conseguir la sedación profunda y a continuación la perfusión necesaria para mantenerla (al menos 45 mg/24 h si el enfermo no es alcohólico). Se podría usar también propofol.
- En disnea severísima, administraría morfina IV directa en bolos sucesivos separados por muy pocos minutos, hasta conseguir el control de la disnea o la sedación profunda. Pasaría luego a una perfusión con la proporción de morfina de acuerdo con la utilizada y asociando midazolam o levomepromazina (hay que recordar que la morfina no es hipnótica y cualquier estímulo es capaz de subir el nivel de conciencia aunque no lo percibamos frecuentemente en la escala de Ramsay).
- Hay que tener muy claro que no se pueden tratar satisfactoriamente estos cuadros tan agudos por vía subcutánea.
¡Atención!: es muy importante que no aumentemos nunca el ritmo de una perfusión,
ya que se aumenta a la vez la cantidad de todos los componentes de la misma.
Añadir a la perfusión la sustancia que necesitemos para controlar la sintomatología
y administrar al mismo tiempo un rescate IV o SC para que su efecto sea más rápido.